lunes, noviembre 20, 2006

GRANDES COÑAZOS 2: ABUELA HASTA QUE DUELA



CARNES TRÉMULAS


Escribe Eloy Jáuregui

Ahora que se estrena en Lima Volver con Penelope Cruz, una cinta de Pedro Almodóvar, se acaba de editar también el Calendario Pirelli 2007, suerte de Enciclopedia Británica del voyerismo tardió. Cruz, que tiene nombre de hombre por eso del falo, posa con lampo y ardor. Sin embargo. tiene que competir con Sofia Loren, su antecesora en el Olimpo de las madonnas mediterráneas. A Loren le soporto todo menos que diga "Me lo he pasado en grande y me he sentido como una niña con las fotos". ¡Vamos! que para andar en cueros a los 71 años hay que tener vagina de hierro! En julio, cuando se anunció que iban a posar desnudas, todo el mundo volvió a hablar de Loren. Jovenes y los que ya fueron, arrugaron la molleja. Hoy pongo en consideración este duelo. ¿Sofia o Penélope? Pero advierto y vengan las apuestas ¿Alguien se atreverá a llamar abuela a esta mamita?



Incluso antes de ser Sophia ella era una mujer sin H. Apenas, a secas y sólo Sofía. Pero como el grama de marras es mudo, los hombres con H la hicimos nuestra y simplemente la llamamos la “Loren”. En el film «Matrimonio a la italiana», el galán y macho comprobado, Marcello Mastrioanni, la inventa como deseo cárnico y de “mamma” pasa a las filas –sin hacer el noviciado de la escuela de la donna—en la más grande de las “maggioratas”. Es decir, hembra superior, independiente de varón, emancipada del karma mamario y del canon oral.

Así como el mito es inmortal. Tal para cual, Sophia nos ha venido matando a cuenta gotas. Hace una semana, anunció que ya había cometido el magnicidio de posar desnuda para el Calenderio Pirelli 2007 –un almanaque no para fechas sino para fachas-- y los italianos, que andaban en eso del Mundial y que temía por la madre del francés Zidane, enmudecieron. Marcello Lippi, el DT de los azzurris ya amenazaba con renunciar y el “Toro” Gatusso no quiso dormir la noche anterior al partido de la final de puro celoso.
Primera pose desnuda de Loren, 1957
Penelope Cruz, saca pecho por España

En realidad el planeta de la oscuridad de las salas de cine se sumergieron en un silencio tan sonoro como inclemente. La señora Loren a punto de cumplir la edad de mi madre, 72 años, aparecería retratada como la enviaron a este valle de lágrimas, en pelotas, mostrando aquello que durante más de siete décadas sólo había lucido para el eterno anciano Carlo Ponti, el esposo esposado. ¿Qué es esto? ¿En qué mundo habitamos? Fue un infernal grito al cielo, del que esto escribe y de Marco Aurelio Denegri, experto en manuales sexuales. ‘No puede ser’, se oyó en todo el globo terráqueo.

Sophia Loren, sí señores, nada menos que en enorme foto de la tapa del jueves 6 de julio de El Comercio de Lima, revolcándose como una gatita en cama king side, con baby doll negro por supuesto, con las sábanas hasta la cintura y con un hombre de alongado y oscuro lente –un tal holandés Winoodh Matadin-- como jinete sobre ella en una extraña pose que no imagino ni al mismo egoísta Goya en su saga de las Majas, todo ojos con erecto pincel.

La noticia la había divulgado la revista italiana “Gente” y hasta el cierre de esta edición ha producido más de un centenar de infarto a corazón parado. Pero además añadía el texto más que aclaraba –para bien de muchos-- que Loren sería la portada del famoso calendario en el que lucirá un magnífico traje de noche negro, creación del diseñador Giorgio Armani. Bueno, suspiramos otros tantos, pero que además conformarían el elenco la turgente española Penélope Cruz, la británica Naomi Watts, la estadounidense Hilary Swank y la francesa Lou Doillon. ¡Vaya banda!

Loren, lo sé a ciencia cierta, perdón no conozco otra, posee un cuerpo todavía escultural, armónico y reducido gracias a una cura desintoxicante tan lejos de la trajinada baba de caracol de estos días. Las fotos la mostrarán también sólo unos aros de brillantes creados por su amiga y confidente Silvia Damián, una suerte de Matilde Pinchi pero honrada. Sophia, para El Vaticano no debió acometer semejante travesía. Pero Loren ese eso precisamente, el inacabable viaje entre el cuerpo, el demonio y la imaginación. Ella, una mujer que desafió a su destino, a gran parte de lo que la naturaleza, tiene todo el derecho a romper la regla de la menopausia y la mojigatería. Sophia, en su momento fue abanderada sin ropa interior de las buenas costumbres del momento e inyectó según los letrados de su tierra, a las leyes italianas, apenas decencia y la metafísica del pudor.

Y desde que se casó con Ponti, su longevo maestro y guía, desde que demoró la tan deseada maternidad, desde que en su condición de sex symbol forjó la cultura del voyeur bizco de placer solitario hasta este “desnudo tardío” que aparecerá para esta navidad y que para los pobres de la tierra será una suerte de pavo del gozo y sin horno, Sophia es mejor que Roma, la mujer eterna, de columna rijosas y monumental osamenta bañada en carnes generosas para la gran apertura del S. XXI. y la continuidad de corpus de otras esfinges sagradas del enorme pórtico del cine italiano. Veamos: Silvana Pampanini [Miss Italia 1946], Silvano Mangano [«Arroz amargo», 1949] Ivonne Sanson, Lucía Bosse, Rossana Podestá, Antonella Lualdi, Lea Massari, Gina Llollobrigida, Sandra Mila, Gloria Guida, Valeria Golino, ¿Sigo? Luego. Es la carne hecha arte o al revés.

Sophia es la continuidad de la belleza que soñamos desde la cuna y hasta la cama –yo imaginándome ser Rómulo y Remo en una misma persona y las italianas las lobas de leche para mis dientecitos de leche--. No me arrepiento. Sí alguna vez fue Laura Antonelli y otras Ornella Mutti, Sí, algunas noches también entraron a tallar Edwige Fenech y casi siempre Stefania Sandrelli o Sylvia Koscina o Agostina Belli. Y ya, déjense de cuatro cosas, lo diré por última vez, fue la parte posterior de Debora Caprioglio mi delirio. Sin embargo, me quedo con Sophia Loren quien habita en mi cuarto del noveno arte desde nonato. Ese habitáculo donde hablo solo y sólo del erotismo natural más que manual.

Y aquí debo rendir homenaje a Terenci Moix quien llegó a decir que Loren “llevó el maggioretismo al extremo” –la mujer superior por revervado para la lujuria sólo para los que nos imaginamos cosas--, y agregaba que era una dama que supo reunir tres condiciones ideales para asegurar su estrellato por largo tiempo: “Ese físico fuera de serie, un talento cierto como actriz y el haber pescado tan tempranamente a un productor como Carlo Ponti.

¡Ah Ponti! ¡Cómo te envido! Después de la vital pizzaiola de “El oro de Nápoles”, Ponti produce para Vittorio De Sica “Dos mujeres”, en 1961, y apuesta a que Sophia, de apenas 26 añitos provincianos, interprete a la madre de la adolescente en esta tragedia sobre la guerra, y ella funciona muy bien. Más que madre era una mamacita, vejada por la tropa nazi pero recuperada por los aliados del buen cine, ese que se inicia a las 3 de la tarde como aconseja García Márquez y evita el popcorn.

Loren no es un ícono italiano. El popolo del mundo la admira porque su trayectoria y la influencia de Hollywood, la puso como mango, sofisticada y generosa. Con los hijos fue más dama todavía. Encantadora, como debe ser, jamás mezcló su hogar, su trabajo y su cuerpo. Que si hay un cine clásico ese es el italiano y Loren siempre fue una estrella, como la genial Anna Magnani, que hizo una carrera paralela en el teatro –que no entra en la categoría de maggiorata—pero que por temperamento ora puede ser mi hija, ora ser mi amante.

Sophia tiene la edad precisa. Una dama ejemplar. Una mujer de hoy. De este época. De un tiempo en que las mujeres ya no se pasan los días cortando tomates. Hay algo de opulento en ella. Y a los hombres nos gusta la opulencia. Nos gustan mucho las mujeres que sabes por dónde cogerlas, con las que hay donde agarrarse. Si no, para escalar una pared lisa nunca se sabe dónde clavar los pitones. Ya lo dijo Descartes: “La mujer eterna es la que por lo menos tiene materia”. Por eso, desnuda a los 71 años, nuestra Sophia, su senos y su seso, es Italia, es ópera, es pizza, es vino, es Campeón del Mundo y tantas cosas más por las que el recordado poeta peruano Francisco Paco Bendezú parafraseando a Eielson decían que Roma no era más que sus mujeres. Sophia no es romana pero cuando ella tiende su ropa interior en el balcón en la cinta «Una jornada particular» jamás me vi ahorcado con tanto delirio. ¡Vengan las fotos!

1 comentario:

Lente oscuro dijo...

Maestro de los grandes maestro de la crónica, interesante pero sería mucho mejor con una media res para agilizar el comentario.