Foto: Juan Rulfo
MANGO CON ARROZ
Escribe Eloy Jáuregui
En “Hijos de la medianoche”, la novela de Salman Rushdie, un tal Singh Retratos es un mago comunista en la India postcolonial. Encantador de cobras, articulaba una recia “comunicación directa con las masas”. Retratos gozaba de ubicuidad como que resolvía disputas, apadrinaba criatura y era generoso para bodas y utopías. En Cachemira fue preso por yuxtaponer las ideas trotskistas con la dieta de Ho Chi Minh. Pero ahora era sabio. En ese país de campesinos y oradores, para Retratos sólo la palabra articulada era la verdad. Un día la cobra le mordió la lengua, señal que la realidad le habían gastado la fuerza de su lenguaje. Ya no fue el mismo.
Su arte y efecto no se parecen al presidente García pero me temo no afirmar lo contrario. Desde el 28 de julio del 2006 y antes García no termina de hablar. Bendice y sintoniza con el imaginario de la calle, el único saber que achunta con la política. García es cómplice de la oralidad de la aldea. Según el libro La palabra permanente [FEC] del dueto Biondi-Zapata, la opinión pública se construye en las arterías públicas antes que en los camarines de los doctos. García lo sabe. Su lengua es su lengüeta y su verbo su verga de berma.
Ojo, Biondi-Zapata van más allá. Hienden en el atolladero nacional. Afinan más que afirman que apenas somos creaturas por culpa del divorcio entre el seso oral y el escrito y eso es lomo fino para lo electrónico. Lo escribal fue y es lo totalitario y excluye. La oralidad, el cemento de la ciudadanía. Internet, la fécula de la imaginación. Atahualpa arrojó las Santas Escrituras, no tenían música. Piña, lo mataron como a Saddam. Así, lo escribal fue [es] lo tiránico y en el Perú es de las minorías y del discurso oficial. En cambio, la oralidad es democrática, summa del país real, gnosis y yuxtaposición del arroz con mango contra el buffet del Asía del Mar.
Estimo a los intelectuales caviares y los de la derecha jurel. Pero en Ilave no hay librerías, ignoran a Aldo Mariátegui y en Iquitos nadie les gana en el messenger. Oralidad y electronalidad se empiernan en el hostal del futuro. No obstante, usa el Internet para devorar un libro sino para chatear o ganarse con Karen Dejo en pelotas. Leer, lo dice Luis Jaime Cisneros, no es comerse al Quijote sino enamorarse de la libertad. Y hablar, como lo hace García y no el “Puma” Carranza, no es ilusión sino la verdad para el hambre del oído nacional.
Escribe Eloy Jáuregui
En “Hijos de la medianoche”, la novela de Salman Rushdie, un tal Singh Retratos es un mago comunista en la India postcolonial. Encantador de cobras, articulaba una recia “comunicación directa con las masas”. Retratos gozaba de ubicuidad como que resolvía disputas, apadrinaba criatura y era generoso para bodas y utopías. En Cachemira fue preso por yuxtaponer las ideas trotskistas con la dieta de Ho Chi Minh. Pero ahora era sabio. En ese país de campesinos y oradores, para Retratos sólo la palabra articulada era la verdad. Un día la cobra le mordió la lengua, señal que la realidad le habían gastado la fuerza de su lenguaje. Ya no fue el mismo.
Su arte y efecto no se parecen al presidente García pero me temo no afirmar lo contrario. Desde el 28 de julio del 2006 y antes García no termina de hablar. Bendice y sintoniza con el imaginario de la calle, el único saber que achunta con la política. García es cómplice de la oralidad de la aldea. Según el libro La palabra permanente [FEC] del dueto Biondi-Zapata, la opinión pública se construye en las arterías públicas antes que en los camarines de los doctos. García lo sabe. Su lengua es su lengüeta y su verbo su verga de berma.
Ojo, Biondi-Zapata van más allá. Hienden en el atolladero nacional. Afinan más que afirman que apenas somos creaturas por culpa del divorcio entre el seso oral y el escrito y eso es lomo fino para lo electrónico. Lo escribal fue y es lo totalitario y excluye. La oralidad, el cemento de la ciudadanía. Internet, la fécula de la imaginación. Atahualpa arrojó las Santas Escrituras, no tenían música. Piña, lo mataron como a Saddam. Así, lo escribal fue [es] lo tiránico y en el Perú es de las minorías y del discurso oficial. En cambio, la oralidad es democrática, summa del país real, gnosis y yuxtaposición del arroz con mango contra el buffet del Asía del Mar.
Estimo a los intelectuales caviares y los de la derecha jurel. Pero en Ilave no hay librerías, ignoran a Aldo Mariátegui y en Iquitos nadie les gana en el messenger. Oralidad y electronalidad se empiernan en el hostal del futuro. No obstante, usa el Internet para devorar un libro sino para chatear o ganarse con Karen Dejo en pelotas. Leer, lo dice Luis Jaime Cisneros, no es comerse al Quijote sino enamorarse de la libertad. Y hablar, como lo hace García y no el “Puma” Carranza, no es ilusión sino la verdad para el hambre del oído nacional.
[Publicado en el diario La República, enero 2007]
No hay comentarios.:
Publicar un comentario