Eso me estaba diciendo y en la sección libros del supermecado Metro que está frente a mi departamento de la Residencial San Felipe, de repente vi el libro y no me llamo la atención. Estaba en una suerte de islote, en las orillas de las publicaciones y la sección ferretería. Yo iba en pos de una buena botella de pisco acholado y cuando agarro ese viaje ni Mario Vargas Llosa me detiene.
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Lo juro lo vi hace 15 días pero más me jaló el gusano que porto en las tripas. Cuando salía con mi atesorando botella de formas a top models ucraniana me tuve que detener en seco. ¿Cómo, era abril, el mes más cruel y ya estaba el libro de marras frente a tornillos, alicates y focos? No puede ser me dije. Regresé a Metro y no fue una aparición. El libro estaba ahí. Su tapa mostraba las mesas de un bar o algo parecido, una calle, un automóvil y un apenas un brazo sobre la mesa y una mano con un bolígrafo escribiendo la novela, supongo.
El Perú puede estar atrasado en promedio de comprensión de lectura en los jóvenes pero era tan travieso con los libros. En España el libro será recién presentado el 17 de mayo. Alfaguara había apostado por un imposible. Evitar la piratería y publicar a un autor peruano –antes había sucedido lo mismo con Abril Rojo de Santiago Roncagliolo y parece que sorprendieron a los corsarios multinacionales de la trafa--. El libro está dedicado así: «Para X. en memoria de los tiempos heroicos». Tiene un tono a confesión juvenil, en todo caso el un amor de muchacho, trabajado por un adulto y escrito por un señor. La niña mala bien puede ser la hija de «Elogio de la madrastra» empiernado con «Los cuadernos de don Rigoberto». Pero es mucho más.
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Con el pisco y el libro de Vargas Llosa volví esa vez mucho más contento a casa. Hace 15 días la botella de pisco está intacta sin destapar, y yo me acuesto con la niña mala de nuestro mejor novelista, todas, pero todas las noches.
[Eloy Jáuregui]
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